Pero ya no. Ahora, me pongo enfrente suya. Abro totalmente mis ojos. Le doy la mano. Alzo la cabeza con orgullo.
Porque ya no me da miedo. Porque ahora le saludaré como realmente se merece: como al mejor amigo que siempre ha estado a mi lado.
(Sólo espero que no me dejes caer).