domingo, 28 de agosto de 2011

Carpe diem.

Querido mortal:

Sí, tú, el que está leyendo ésto. Atento, porque no te lo voy a repetir dos veces.
Todo tiene un principio.. y por lo tanto, también tiene un final. JAMÁS se te olvide esta oración. No importa lo que pase; todo acaba. TODO. Y nunca lo dudes. Porque entonces.. ¿Para qué existiría yo?
Sé que es duro de aceptar. Pero si las cosas no tuvieran fin.. no sabrías apreciarlas como se merecen. Ni aprovecharlas.
Por eso, aquí estoy para recordártelo. Para recordarte que disfrutes del presente, y que no pienses en el momento en el que yo vuelva a aparecerme por segunda vez ante ti. Porque sé que la primera vez te agrada recibirme.. y que la segunda y última vez que lo hago, me odias más que a nadie.
Pero.. ya lo sabes. Yo no solamente creo felicidad en las personas. Y no te quedará más remedio que vivir sabiendo que yo estoy a tu lado.
Para hacerte sonreír de felicidad.. o llorar de tristeza.

Atentamente,

Jano.

(No me convencerás).

jueves, 25 de agosto de 2011

Ten cuidado.

Simplemente espero.. que hagas bien tu trabajo.
No permitas que Átropos ose siquiera tocar su hilo.. y asegúrate de que Clotos cumple bien con su deber. Fíjate, también, si Láquesis esboza una de sus sonrisas.. esas que sólo muestra cuando los hilos que mide son largos.
Sólo te suplico.. que te asegures de que todo salga bien.

(Confío en ti, Hera).

domingo, 21 de agosto de 2011

Ella decide.

Tiene un trabajo difícil, y ella lo sabe. Porque, ¿quién podría ser capaz de decidir la hora y la forma de la muerte de una persona sin titubear?
Pero es que ella no tiene sentimientos. Además, no se le permite tenerlos. Y, aunque sea injusto, no le importa. Porque si no se le permite enamorarse de mortales... da igual. Para ella son solo eso: simples mortales. Y por eso, no siente ningún tipo de disgusto por su trabajo. Al revés, le encanta.
Poder elegir la forma en la que morían. Y sin contar con ese placer que le producía cortar esos hilos tan hermosos que tejía su hermana Clotos.
Oh sí, realmente sentía satisfacción por su trabajo. Algunas veces le había resultado ligeramente difícil llevarlo a cabo, pero aún así lo había hecho con todo el gusto del mundo.
Y es que ella no alberga sentimientos por los mortales. Por eso, no se da cuenta del sufrimiento que les causa.
Porque Átropos no sólo se encarga de enviarle a Hades más almas para su reino.. sino también produce en los vivos el deseo de hacer una visita perpetua al inframundo.

(Su hilo todavía no estaba preparado.. ¿Por qué lo cortaste?) 

domingo, 14 de agosto de 2011

Estar en sus brazos puede ser doloroso.

Es un dios travieso. Controla los sueños de las personas; decide si van a ser agradable para éstas o si, en cambio, van a espantarlas.
Si está de buen humor, tus sueños serán alegres, felices, cómicos. Sin embargo, si alberga malos sentimientos.. no serán tan agradables.
Sin embargo, hay veces en las que él simplemente te recuerda tus más profundos deseos o sentimientos mediante los sueños, para que no puedas olvidarlos, y siempre los tengas ahí presentes.
Aunque no sean los más puros y blancos, el dios del sueño nunca permitirá que los olvides. Da igual que sea lo que más desees, porque él no contará con tu opinión.
Porque Morfeo es un dios travieso, y se divierte haciéndoles recordar a los mortales lo que tanto se esforzaron por enterrar.


(Pensé que te habías olvidado de mí).

viernes, 12 de agosto de 2011

Como un ángel, cuidarás de mí.

Ya me avisó de su llegada, pero aún así lo recibí inesperadamente. A veces, sus visitas han sido agradables y bien recibidas. En esos momentos, el poder hablar con él me provocaba bienestar. Además, me gustaba hacerlo... porque venían cosas a mi mente que se suponía que tenía escondidas en un rinconcito de mi mente que había olvidado. Fueran agradables o no, me gustaban. Pero...
No. Esta vez no quería verlo. Esta vez... no tenía especiales ganas de hablar con él. Supongo, que hay momentos mejores para encontrármelo, y otros motivos por los que pueda visitarme.
Intenté cerrarle la puerta en las narices. Intenté impedir que entrase. Pero... él nada más puso su pie para evitar que la puerta se cerrara. Apenas hizo nada más. Y... por más esfuerzos que hiciera yo, no podría evitar que entrase en mi casa, como muchas de esas tantas veces que ya lo había hecho.
Supongo... que una simple mortal no puede luchar contra un dios.


(Nos volveremos a ver, viejo amigo).

martes, 9 de agosto de 2011

Esperando con un óbolo en la mano.

Caronte siempre hace lo que quiere. Si así lo deseaba, las almas iban al Inframundo a ser juzgadas. Sin embargo, si él decidía lo contrario, éstas debían esperar hasta que el barquero se apiadase de ellas. Es como un niño con una bolsa de golosinas, que decide cuáles quiere comerse y cuáles no.
A veces, daba la sensación de que le divertía. Al elegir al alma que llevaría en su barca, lo primero en lo que se posaba su vista era en la mano de ésta, y en los óbolos que traía consigo. A partir de ahí, juzgaba si merecía o no cruzar el río.
Había un silencio mortal. Lo único que lo rompía, era los ahogados gritos de los cadáveres que asomaban por el río. Caronte movía la cabeza con lentitud, tanta que apenas se distinguía el movimiento. Todo sonido que se escuchaba paró, como si los cadáveres hubieran muerto de nuevo.
Una sombra subió junto al barquero. Era el alma en pena de un hombre joven con cinco óbolos. En un abrir y cerrar de ojos, ya no había ninguna barca en la orilla.


(Era el hombre de mi izquierda).