viernes, 12 de agosto de 2011

Como un ángel, cuidarás de mí.

Ya me avisó de su llegada, pero aún así lo recibí inesperadamente. A veces, sus visitas han sido agradables y bien recibidas. En esos momentos, el poder hablar con él me provocaba bienestar. Además, me gustaba hacerlo... porque venían cosas a mi mente que se suponía que tenía escondidas en un rinconcito de mi mente que había olvidado. Fueran agradables o no, me gustaban. Pero...
No. Esta vez no quería verlo. Esta vez... no tenía especiales ganas de hablar con él. Supongo, que hay momentos mejores para encontrármelo, y otros motivos por los que pueda visitarme.
Intenté cerrarle la puerta en las narices. Intenté impedir que entrase. Pero... él nada más puso su pie para evitar que la puerta se cerrara. Apenas hizo nada más. Y... por más esfuerzos que hiciera yo, no podría evitar que entrase en mi casa, como muchas de esas tantas veces que ya lo había hecho.
Supongo... que una simple mortal no puede luchar contra un dios.


(Nos volveremos a ver, viejo amigo).

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